La supervivencia del animal no-humano

Conciencia

A medida que una persona va desarrollando su autoconocimiento y su crecimiento personal, también desarrolla otras facetas de su vida en mayor o menor medida. Entre estas facetas puede sentirse reforzadas una mayor sensibilidad, transformada a raíz de un aumento de la empatía, hacia otros seres humanos, hacia el medio ambiente o hacia el reino animal.

Este último grupo es el que voy a tratar en este texto, ya que me resulta especialmente cercano y del cual puedo compartir mis reflexiones.

¿Qué son los animales no-humanos?

Desde que era pequeño podía oír como se hablaba de personas y de animales, recalcando esa diferencia, como si nosotros no fuésemos animales. Los “animales no-humanos” es un término que se usa para hacer referencia a todo el reino animal exceptuando al hombre y, en mi opinión, como una forma de recordarnos que existen también “animales humanos”.

El hecho de mencionar en la misma expresión “animales” y “humanos” funciona como una reprogramación neuronal, como una nueva impronta que es imprescindible restituir, grabar y recordar ya que, de esta forma de expresarse, puede nacer un sentimiento de empatía y respeto hacia los animales en general, humanos y no-humanos.

Bien es sabido que, desde la inercia y el poder, el ser humano se ha hecho con los recursos que la Madre Tierra ha ofrecido, recursos comunes a todos los seres, necesarios y escasos. La tierra para vivir, el agua para nutrirse, la flora para subsistir o los animales no-humanos para alimentarse u obtener algún otro provecho de su fuerza o pelaje.
La “soberanía” del animal humano sobre otros animales no-humanos es un debate abierto a la reflexión: ¿es Dios quien ha creado a los animales para servir al hombre o es el hombre el que se aprovecha de los animales sin respeto?

La convivencia

Mientras que el animal humano se mueve desde el poder, los animales no-humanos se mueven por la necesidad y el instinto básico de supervivencia, entendiendo el poder como “tener más fuerza que otro” en lugar de “tener la facilidad para hacer algo”, tener la capacidad, la potencialidad de hacer algo.

Esta enorme diferenciación es clave para entender el paso de la raza humana por la Tierra y de cómo se apodera (desde su poder) de todo aquello que quiere, no de lo que necesita.

Por tanto, no es tal la convivencia entre animales humanos y no-humanos, si no más bien una impuesta soberanía del hombre sobre el resto de seres y cosas. Esta autoproclamada (y a menudo, justificada) soberanía implica una sobrexplotación de los recursos naturales y una “venda social” hacia las prácticas comerciales e industriales necesarias para satisfacer esta demanda de poder.

Con este panorama, la convivencia entre los animales humanos y los animales no-humanos se basa en la sumisión: mientras los primeros abarcan todo aquello que quieren, los segundos están a su merced, sometimiento e inconsciencia.

De esta insana relación entre humanos y otras especies nace un profundo sentimiento de superioridad, de omnipotencia, de justificación, de justicia ciega. Y si una especie tan poderosa cubre tanta superficie del planeta Tierra, expandiéndose por cada rincón, consumiendo los limitados recursos, utilizando a otros seres en su propio provecho, ¿qué presente y futuro le queda a la Madre Tierra? ¿qué sentimiento y movimiento se propaga de generación en generación? ¿qué vida les espera a los animales no-humanos?

El sufrimiento

Bien es sabido que nuestros ancestros trataban con sumo respeto a los animales no-humanos y satisfacían sus necesidades desde el agradecimiento interior, sin embargo, actualmente ni se respeta ni mucho menos se agradecen los beneficios que nuestros congéneres nos proporcionan.

Utilizamos a los animales no-humanos para probar en ellos primero nuestros productos químicos, para satisfacer nuestro afán de diversión en carreras de caballos, galgos o en la “fiesta nacional” del toreo, para encerrarlos en nuestros hogares dentro de peceras, terrarios y jaulas sacándolos de su medio natural, para vestirnos con sus pieles muertas empapadas de productos tóxicos o para alimentarnos masiva e indiscriminadamente con sus cuerpos sobrexplotados y alterados mediante hormonas.

Dudo que esta relación con los animales no-humanos sea realmente provechosa y rentable para nosotros en términos emocionales, de conciencia y de salud física. De hecho, mencionar el verbo “utilizar” para hacer referencia a nuestros compañeros de viaje ya me produce una gran incomodidad.

La reacción más habitual, más instantánea y, por tanto, más irracional, es la de pensar que “están para eso”, excusando nuestro abuso, cruel y desmedido; bloqueando cualquier conexión emocional para con los animales no-humanos y así mantener la misma perspectiva que nos encierra en el proceso del consumismo en masa. Por que al fin y al cabo, el sufrimiento de los animales no-humanos sólo existe para satisfacer nuestro consumismo.

Si ahondamos en las consecuencias de este sufrimiento podemos observar y encontrar amplia información sobre los métodos y técnicas usadas para cubrir estas “necesidades” de consumismo. Dicho esto, espiritualmente hablando, este sufrimiento trasciende a cada una de nuestras células: los animales presencian en gran parte la masacre de sus congéneres justo antes de ser sacrificados mediante dolorosas y agonizantes técnicas, impregnando su cuerpo, sus células, su Ser de todo este sufrimiento... y ¿quién acaba consumiendo su carne?

La toma de conciencia

Evidentemente, existen soluciones y prácticas mucho más respetuosas y amorosas hacia los animales no-humanos. Estas soluciones están, pero requieren de un proceso de readaptación y de esfuerzo. El cambio nunca se puede dar desde la imposición (ajena o propia), por eso el cambio se dará por sí sólo mediante la toma de conciencia del problema.

Este principio se aplica a todo el proceso de crecimiento personal, no cabe duda, aunque en este caso me voy a centrar en cómo puede afecta y ayudar el “darse cuenta” del sufrimiento que infligimos, casi siempre de forma inconsciente, a nuestros compañeros de viaje, los animales no-humanos.

Este “tomar conciencia” se consigue conectando emocionalmente con ellos y empatizando con su dolor y sufrimiento. En ese momento es cuando podemos posicionarnos en su lugar y, como si fuéramos ellos, experimentar ése dolor. Huelga decir que puede ser un despertar doloroso, frustrante y con un gran sentimiento de impotencia y vergüenza propia.

En el momento de tomar conciencia, una persona puede valorar cuáles son sus necesidades reales respecto al reino animal. Con la conexión emocional y un descubrimiento de las necesidades se puede llegar al punto de inflexión en el cual se pueden buscar soluciones concretas.

La solución

Buscar soluciones puede convertirse en un arduo trabajo, puede ser como buscar el Santo Grial, cuando a menudo, las pequeñas acciones y pensamientos son los que importan.

Podemos intentar consumir productos de higiene y cosméticos que no experimenten con animales.

Podemos evitar asistir a festividades en las cuales los animales no-humanos sean maltratados, como el “Toro de la Vega” en Tordesillas o el “Burro de Pero-Palo” de Villanueva de la Vera, además del toreo, carreras de caballos y galgos, peleas de gallos, entre otras.

Podemos tratar con cariño y respeto a nuestros animales de compañía (“mascotas” me resulta humillante) que puedan convivir con nosotros porque les buscamos un entorno saludable, vital y estimulante, y obviando seres cuya sustracción de su medio natural pueda suponer un trauma, como reptiles, aves, insectos, algunos mamíferos claros como hurones o cerdos vietnamitas.

Podemos encontrar alternativas textiles para vestirnos, tanto en prendas como zapatos o complementos. La lana se puede sustituir por tejidos sintéticos, miles de gusanos son aniquilados para obtener la seda, existen tejidos que imitan la piel (en caso de “necesitar” dicha textura)...

Podemos reducir el consumo de carnes procedentes de “fábricas”, buscar carnes de animales criados en libertad, los huevos vienen marcados con una numeración: si empieza por 0 las gallinas están en libertad y alimentadas con piensos naturales, con 1 están en libertad pero comen piensos alterados, con 2 y 3 ya están encerradas en jaulas, los patés se obtienen cruelmente... aunque siempre queda la opción de ser vegetariano, en menor o mayor medida.

Estas son unas pocas soluciones de las tantas que existen. La cuestión no es tanto tomar una determinación y asumir soluciones, si no desear contactar de una forma más amorosa y empática con los animales no-humanos y llegar a comprender e integrar que su abuso y “utilización” desmedida puede llegarnos a producir una absorción de sus sufrimientos además de una profunda negatividad emocional y espiritual.

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