Estar presente: ¿por qué es tan difícil?

Desarrollo personal

Uno de los objetivos de muchas culturas, filosofías o terapias es la presencia, vivir y ser conscientes del aquí y el ahora. Vivimos sólo en el momento presente, realmente no tenemos nada más que lo que está sucediendo ahora. Sin embargo, vivir este presente puede ser una tarea muy complicada. ¿Por qué?

Nuestra vida actual está repleta de distracciones que nos impiden apreciar con todos sus matices el instante que ya ha sucedido. De hecho, según la neuropsicología, el presente no es más que una falacia, ya que en el tiempo que nuestro cerebro emplea para procesar lo que está sucediendo, ese momento ya ha sucedido, ya es pasado. Pero este es un hallazgo científico que, en la práctica de la vida, nos limita en la forma de vivenciar el presente. Por eso, vamos a intentar ir más allá y ampliar la visión del presente para poder comprenderlo mejor.

Las mayores distracciones que podemos encontrar no son otras que el pasado y el futuro. Ambas partes del tiempo no existen en nuestro momento presente. Sabemos que hemos vivido un pasado y esperamos vivir un futuro, pero es algo intangible, inexistente. El pasado nos influye en la forma que percibimos el presente, mientras que el futuro altera nuestro sistema de elecciones y decisiones. Vamos a verlo más detenidamente.

El pasado

Nuestro cerebro almacena recuerdos, momentos vividos, sensaciones y emociones. Con todo esto creamos una serie de patrones, filtros y automatismos a través de los cuales pensamos, sentimos y actuamos en el presente. Los patrones se encargan de realizar las funciones y operaciones de una forma rápida y eficaz. Los filtros se ocupan de descartar la información innecesaria según nuestro aprendizaje previo. Y los automatismos nos ayudan a salir airosos en situaciones que percibimos como amenaza. Dicho de otra forma, lo que recordamos se ha transformado en un manual de supervivencia.

Ocurre también que los recuerdos, tanto positivos como negativos, son transformados por nuestro cerebro para amoldarse a una vivencia menos traumática. Es por esto que, al cabo de un tiempo, una misma situación es recordada de diferente forma por diferentes personas.

Sin embargo, la gran trampa del pasado es creer que el presente va a suceder del mismo modo. Así, nos quedamos pillados con la falsa idea de que si en el pasado nos fue mal, en el presente también nos irá mal.

Por ejemplo: hace tiempo fuimos a una entrevista de trabajo, con unas expectativas sobre el puesto. Al estar allí, las preguntas y la exigencia del entrevistador fue tal que no supimos reaccionar y, por tanto, no conseguimos el puesto. Ante una nueva entrevista laboral, el temor de que esto vuelva a suceder aparecerá en el momento menos indicado: durante la nueva entrevista.

Desde la visión terapéutica, el pasado se puede mirar con nostalgia, como dice la canción: “cualquier tiempo pasado nos parece mejor”. Esta creencia de que el pasado fue mejor que el presente implica vivir éste con tristeza, desesperanza y pesadumbre. El pasado se convierte en un lastre muy pesado, dando lugar a una conducta depresiva.

El futuro

No sabemos lo que vendrá ni lo que va a suceder. Esta incertidumbre por un futuro desconocido, lejano o cercano, es motivo suficiente para vivir con desasosiego, en la preocupación. Nuestras elecciones y decisiones están determinadas, por una parte, por la experiencia adquirida en el pasado y, por otra, por las consecuencias de las mismas. Por tanto, nuestro presente está determinado por las consecuencias de un futuro que realmente no podemos asegurar cómo va a ser.

Lógicamente, valorando las consecuencias podemos acercarnos a algo parecido de lo que sucederá. Pero el problema es que estamos tan desconectados de nuestro presente que evaluar las consecuencias de nuestros pensamientos, sentimientos y actos es una tarea más complicada.

El futuro, como tal, no está difinido. Si existe el destino o no, vamos a dejarlo para otros expertos, pues aquí estamos tratando el pasado, presente y futuro desde una visión terapéutica, arraigada y conectada a la realidad de cada persona. Sí podemos decir que, con cada pensamiento, sentimiento y acción estamos escribiendo el futuro, que pronto será nuestro presente.

Nuestro cerebro va a intentar encontrar el resultado más óptimo y menos traumático en cada momento. Y respecto al futuro, lo va a hacer del mismo modo que con el pasado: contrastando el patrón del pasado con la fantasía del futuro. Si en el pasado, una conducta no obtuvo el resultado deseado, en el futuro será modificada para intentar mejorar la experiencia personal y la sensación de bienestar. Entonces, ¿por qué seguimos repitiendo patrones y conductas claramente dañinas y traumáticas? La respuesta vamos a encontrarla en los beneficios de esa conducta o patrón. De forma consciente podemos interpretar que una conducta es dañina, pero se sigue repitiendo. Y esto es porque, a nivel inconsciente, seguimos encontrando un beneficio a esa conducta.

Por ejemplo: una persona que se emociona y llora con facilidad sin motivo aparente puede sentirse mal e incómoda por una parte. Pero por otra, es muy probable que obtenga interés y atención por quienes la rodean. Conscientemente, pasa por un momento desagradable; inconscientemente, está demandado atención y la recibe.

Normalmente, el futuro está asociado al estrés, porque no tener el control de lo que va a suceder y vivir con nerviosismo lo que está por llegar derivan en una activación de las alertas corporales y psicológicas, de nuestro sistema nervioso simpático. Al activar este sistema innecesariamente de forma continuada nos aumenta el desgaste físico y emocional en forma de estrés.

Y desde una visión terapéutica, este futuro incierto se puede mirar desde el miedo, la angustia y el control. El futuro se vive desde la ansiedad.

El presente

Sabemos ya que el pasado y el futuro van a entorpecer nuestro presente, ¿cuál es la solución?

Podemos mirar al pasado desde el respeto y el agradecimiento que nos proporcionan las experiencias vividas. De este modo, contemplamos el pasado como maestro, descartando la nostalgia. Recordar el pasado desde la gratitud nos conecta con la humildad, que es la vía del aprendizaje. Podemos hacer extensible esta gratitud a todas las personas que han pasado por nuestra vida. Gracias a ellas también somos la persona que somos ahora.

Es lógico pensar que hay recuerdos “malos” o personas que nos han hecho daño. Sin embargo, el agradecimiento transforma sentimientos y vivencias negativas, de tal forma que el sufrimiento que percibimos al recordarlas se transforma en dolor transitable. El sufrimiento nos aleja de los demás y de nosotros mismos, vive en el pasado o el futuro y es fruto de la mente (el Ego), siendo una manifestación del miedo. Por el contrario, el dolor nos une, nos acerca a nuestra esencia y nos aproxima al otro, nos trae al presente, crece desde el corazón y es una manifestación del Amor.

Respecto al futuro, es preciso cambiar la “preocupación” por la ocupación. En lugar de estar en el sufrimiento que dan las preocupaciones, actuar y ocuparnos de lo que deseamos hacer, cambiar o eliminar de nuestras vidas. Una posición activa en el presente nos proporcionará un futuro más coherente con nuestras necesidades.

Estar sin trabajo o vivir una enfermedad son circunstancias que merman la confianza en el futuro. Ocuparse implica tomar decisiones, adquirir responsabilidad. Si no se encuentra trabajo, ¿qué opciones existen? Reciclarse en cursos gratuitos, cambiar el rumbo profesional o emprender un proyecto son algunas de ellas. Y todas implican consecuencias. Una enfermedad puede ser para toda la vida, o puede acabar con ella. Vivir la realidad del momento, del presente, es vital para conectar con uno mismo y con los suyos, para no vivir una vida estando ya muerto.

Éstas son algunas pautas que nos colocan en el presente. Podemos mencionar algunas más:

  • Ser consciente de las necesidades: el cuerpo envía constantemente sensaciones que se transforman en necesidades. Por tanto, debemos reaprender a escuchar nuestro cuerpo.
  • Anular los juicios: las críticas o los juicios, hacia los demás o hacia uno mismo, nos desconectan de nuestra esencia, nos separan de lo que está sucediendo ahora.
  • Educar la atención: prestamos atención a lo que elegimos, dejando a un lado otras cosas. Por ello, la atención es voluntaria y excluyente. Así que vamos a prestar atención a lo que estamos pensando, sintiendo o haciendo en cada momento.
  • Fortalecer la intención: tanto agradecer el pasado, como ocuparse del futuro y estar atentos al aquí y al ahora requiere de la energía de la intención para depositar todo esto en el presente.

Existen muchas herramientas para aprender a vivir en el presente, para saborear cada instante y disfrutar plenamente de la vida. La psicología Gestalt propone fijar la atención en el aquí y el ahora. También la meditación, que propone distanciarse de los juicios de la mente. Así mismo, a través del yoga podemos adquirir conciencia corporal, que nos conecta con nuestras necesidades. Y las técnicas de desbloqueo energético resuelven conflictos del pasado.

Cómo vivir nuestro presente es una elección personal. Sabemos que es posible vivirlo desde la conciencia, la congruencia, el bienestar y la satisfacción. Cómo construír nuestro presente es una declaración de intenciones.

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