Como decía en el artículo “Aprender a meditar”, en un estado meditativo no hay que hacer nada y, por tanto, no debe suceder nada.
Es importante señalar que esta indicación está orientada principalmente a aquietar y vaciar la mente de pensamientos. Aunque también hay que librarse de los juicios.
Constantemente estamos emitiendo juicios sobre nosotros mismos, los demás y nuestro entorno. Meditar es una forma muy sencilla de darnos cuenta de la cantidad y del tipo de juicios que emitimos, más allá de los pensamientos que podamos tener.
Acostúmbrate primero a relajar tu cuerpo mediante estiramientos y sencillos ejercicios. Cuando estés en posición de meditación, céntrate en tu respiración y obsérvate a ti mismo: ¿cómo te encuentras? ¿cómo está tu cuerpo? ¿hay alguna tensión? ¿y tu mente? ¿consigues separarte de tus pensamientos?
Observa en todo momento tu interior y tu exterior intentando no emitir ningún juicio. Lo que sientes, lo que piensas, lo que sucede... sencillamente “es”, sin más adjetivo, ni bueno ni malo. Sé tu propio testigo, tu propio observador, superando las barreras de tu cuerpo físico y tu cuerpo mental, permitiendo sin más los sentimientos de tu cuerpo emocional.
Cuando logres observarte sin más, conecta con tu niño interior, visualiza su cara sonriente y, refleja esta sonrisa en tu cara mientras estás meditando, sin forzarla, que surja de forma natural. Haz de la meditación un estado de gracia y gozo, disfruta del estado en el que te encuentras, saboreando el aquí y el ahora.
Recuerda: relaja, observa sin juicios, sé tu propio testigo, sonríe y disfruta.