Enraizamiento, arco y arco invertido: posturas básicas de BIOenergética

BIOenergética

El enraizamiento en BIOenergética es la capacidad de nuestro organismo de conectarse con la realidad a través de los pies, las piernas, las nalgas, las manos y los ojos (con la mirada).

Decimos que un cuerpo está enraizado cuando está presente en lo que sucede dentro y fuera, estable en las piernas, flexible ante los hechos exteriores, firme en la auto confianza.

Postura inicial de enraizamiento

El enraizamiento se consigue partiendo de una postura inicial que consiste en ajustar algunas partes de nuestro cuerpo:

  • Pies en paralelo, a la misma distancia que las caderas y los hombros, recayendo el peso del cuerpo en la parte externa (el puente más suelto).
  • Rodillas ligeramente flexionadas, lo suficiente para permitir el flujo natural de la energía, con intención de separarlas.
  • Pelvis suelta, ni adelantada ni hacia atrás, alineada en nuestro eje.
  • Pecho abierto y hombros ligeramente hacia atrás, brazos sueltos.
  • Cabeza suelta, como la pelvis, ni adelantada ni hacia atrás, alineada en nuestro eje.
  • Ojos abiertos, mirada al frente.

Existen dos ejercicios BIOenergéticos básicos para experimentar el enraizamiento: el “arco” y el “arco invertido”.

El “arco”

Esta es una postura de estrés que facilita el enraizamiento favoreciendo una mayor circulación de energía y, por tanto, de vibración.

Se parte del enraizamiento básico. Coloca tus puños (o palmas de las manos) a la altura del sacro, éstos empujan tu cintura hacia adelante. Los codos deben estar lo más juntos posible. Tu cabeza está hacia el frente (no hacia arriba) y la mirada al horizonte.
Poco a poco, lleva el peso de tu cuerpo hacia los dedos de tus pies, sin levantar los talones. Gradúa sutilmente tus rodillas hasta que puedas experimentar la vibración. Respira por tu boca y permite la salida del sonido.

El “arco invertido”

Inmediatamente después del “arco” realiza esta postura para relajar tu espalda.

Desde tu pelvis, dobla tu espalda hacia el suelo, dejando sueltos tus brazos y, especialmente, tu cuello y cabeza. Si llegas con las manos al suelo, utilízalas para equilibrarte, aunque el peso de tu cuerpo está especialmente en los dedos de los pies, de nuevo sin levantar los talones.
Lleva tu sacro hacia arriba, permitiendo la vibración en tus piernas, con las rodillas flexionadas.
Al finalizar, ve subiendo muy despacio, la cabeza es lo último que yergues.

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