Si algo ha puesto de manifiesto esta crisis es la conciliación de la familia. Para algun@s una oportunidad y para otr@s una incomodidad, pasamos más tiempo con la familia y, sobretodo, con l@s hij@s. Esto implica mayores dosis de organización, de inventiva y creatividad, de paciencia y de dedicación.
Estar con la familia es una oportunidad para acercar los lazos, pues es en este momento cuando más se necesita la cooperación y la afiliación. La familia es uno de los núcleos básicos donde sentir la afiliación. Si existían conflictos y desavenencias esta es una oportunidad de resolverlos, de soltar rencillas y de olvidar. Y la cooperación entre la unidad familiar es esencial para el buen funcionamiento de la convivencia: la abuela se encarga de los nietos, la madre teletrabaja por la mañana, el padre se encarga de la limpieza, y el tío va a la compra. El plan perfecto.
Un aspecto relevante es cuando se trabaja desde casa y se tiene al cuidado hij@s, padres u otros miembros familiares. En este caso necesitaremos de un equilibrio de las cargas y los tiempos dedicados a cada faceta. Y la cooperación de nuevo es una buen recurso.
También se han intensificado las vídeollamadas con familiares y amig@s. En una época en la cual internet estaba bajo el punto de mira como causante del aislamiento en much@s jóvenes y adult@s ahora se ha transformado en la vía de contacto con l@s nuestr@s para mantener los vínculos, obtener apoyo y generar un importante movimiento: el solidario.
Como especie hemos demostrado ser capaces de lo peor y, con esta crisis, de lo mejor. En ciudades y en redes abundan las muestras de generosidad y solidaridad. Esta excepcional situación despierta nuestros miedos pero también despierta nuestro altruismo, empatía y compasión.
Muchas son las iniciativas: personas que se ofrecen a cuidar a otras personas, a hacer la compra o llevar gestiones necesarias; artistas que ofrecen conciertos gratuitos en directo; especialistas que dan lecciones magistrales en tutoriales para continuar con los negocios; terapeutas que imparten meditaciones y guías emocionales para gestionar la ansiedad; grupos de whatsapp de apoyo para los más desfavorecidos... o la ayuda de unos países a otros, sobretodo de la comunidad científica, para paliar los efectos del coronavirus.
Ante la amenaza invisible de este virus la humanidad se une, busca alternativas a las medidas gubernamentales, utiliza el apoyo y la entrega para sostener una situación que parece insostenible.
Para muchas personas este confinamiento ha supuesto una oportunidad de tener más tiempo, lo que se traduce en buscar actividades para dicho tiempo. Algunas propuestas están siendo empezar a hacer ejercicio en casa, leer más a menudo, cocinar recetas nuevas más saludables, realizar manualidades que hasta ahora ni se planteaban...
En general este tiempo implica una mayor atención a un@ mism@, a lo que nos hace sentir bien y a lo que está a nuestro alcance asumiendo la realidad que vivimos. Es decir: adaptación, creatividad y flexibilidad. Tres recursos muy preciados para incorporar a tu kit de herramientas en casos extremos.
La adaptación nos ayuda a adecuarnos a las circunstancias que tenemos y así saber de qué manera cuidarnos. La creatividad nos busca maneras nuevas y funcionales de proporcionarnos dichos cuidados. Y la flexibilidad nos aporta la capacidad de fluir entre lo que queremos y lo que puede ser realmente, aplazando o sustituyendo la manera de cuidarnos que creíamos importante.
Con todo esto, hemos pasado de la vorágine de rutinas estresantes habitualmente desconectad@s de nosotr@s mism@s a reaprender a convivir con un@ mism@ con todo lo que ello implica.
Los medios se hacen eco: las emisiones de CO2 se han reducido notablemente en todas las regiones donde se ha impuesto el confinamiento. Además los animales no-humanos están ocupando los espacios donde antes estábamos en masa y se ha reducido el comercio de animales para su consumo humano. Hay menos tráfico aéreo. Estamos cocinando más y consumiendo productos no perecederos, lo que reduce también la contaminación derivada de toda esta industria.
Esto es un descanso para un planeta que está agonizando. Es un “daño colateral” al avance del COVID-19, pero debemos estar atent@s pues la economía manda y ya están preparando las máquinas para producir todo lo que esta pandemia paralizando ahora. Es decir, que este descanso para la Tierra es, lamentablemente, temporal.
Sin embargo, para ti puede ser una oportunidad de ser más consciente de lo que implica tu paso por la vida, cuál es tu huella medioambiental y qué quieres hacer a partir de esta experiencia vital. Para much@s esta crisis va a suponer un antes y un después en la manera de ver la vida y la propia existencia. ¿Qué mejor que considerar nuestro impacto medioambiental ahora que lo estamos viendo tan claramente?
Y por fin el punto que considero más importante para cada un@ de nosotr@s. Si hay algo que nos genera esta pandemia a nivel emocional es, sin duda, incertidumbre. No nos manejamos con la incertidumbre, necesitamos sentir que tenemos el control. Pero el coronavirus ha llegado para quitarnos la venda de esta ilusión colectiva, la del control.
Hemos perdido parte del control que creíamos tener, no sabemos qué va a pasar no dentro de un mes, si no dentro de las próximas horas. El rápido avance de este virus obliga a reformular cualquier plan. Y es esta parte la que me fascina: el coronavirus nos fuerza a vivir momento a momento, en el absoluto presente. Por supuesto que hay muchas estrategias para evitar el presente: la invulnerabilidad (“creer que esto es una exageración y que no me va a tocar a mí”), la anestesia (“hacer de todo para no sentir la angustia de lo extremo que resulta”), o la confrontación (“empezar a buscar culpables en teorías conspiranoicas”)... todas ellas al servicio de evitar el aquí y el ahora.
Sin embargo si dejamos los temores a un lado nos daremos cuenta de que sólo tenemos el momento actual, el presente, el aquí y el ahora. Y si trascendemos los miedos podremos aprender a estar en este presente con todo lo que implica: inseguridad aunque también apoyos, angustia aunque también aceptación, ansiedad aunque también templanza. Nuestras sensaciones y emociones conviven en nosotr@s, algunas las acogemos fácilmente, otras las rechazamos. Y esta es la oportunidad de aprender a amarnos con todas ellas abrazando nuestras luces y nuestras sombras, integrando todo nuestro espectro emocional para convertirnos en seres más regulad@s, habilidos@s y resilientes.
En el presente nos detenemos con todas las consecuencias: abrazamos lo que hay, sin alejarnos de ello ni rechazarlo. Estar presentes implica parar las prisas, las agendas, las carreras contrareloj... pues sólo en este aquí y en este ahora nos encontramos con lo que hay: la sensación más profunda, la emoción más inesperada, el pensamiento más perturbador. En esencia el presente nos conecta con lo esencial. Y, si dejamos que esto ocurra, si nos damos permiso de habitar con presencia, ningún miedo va a dominarte, tan sólo existe la amorosa calma que todo lo puede.
El coronavirus nos para. Una palabra que l@s human@s, especialmente del “primer mundo”, habíamos olvidado. Nos toca reaprender su significado. Las industrias y los poderes querrán recuperar lo perdido y volver al status quo habitual. La pregunta es si realmente estamos perdiendo algo o, por extraño que parezca, ¿existe algún beneficio personal en esto del coronavirus?
Gracias